Por
Elena Díaz Carmona (redactora y mediadora de lectura infantil). Esta propuesta
se presentó en el Primer Coloquio Multidisciplinario de Literatura Infantil y
Juvenil en la Universidad Autónoma de Morelos.
@Elena6Morado
Hoy
en día me alegra saber que hay interés en fomentar la lectura en las escuelas
públicas y privadas, ya que se aprovechan los espacios incluyendo bibliotecas,
funciones de cuentacuentos y hasta en ferias del libro; pero ¿Acaso la lectura
debe incluirse sólo en espacios llenos de libros y únicamente días de fiesta?
Definitivamente no, y es por eso que dedico estas palabras a quienes están
frente a un grupo de estudiantes de primaria de lunes a viernes.
Como
maestra de fomento a la lectura he tenido la oportunidad de laborar en varios
colegios particulares de mi localidad y en absolutamente todos he hallado el
mismo problema: El lector no es tomado en cuenta y las bibliotecas se usan para
alejar a los estudiantes. Y es que, la situación es compleja porque algunos
directivos y maestros de los colegios no visualizan las bibliotecas como un
sitio de encuentro con el otro, de placer y de juego; sino que son usadas como
lugares para castigar a los estudiantes que tienen un mal comportamiento, para
aquellos que después de horas del toque salida no han venido a recoger o
incluso para guardar libros viejos o jamás abiertos que se conservan en cajas.
Sin duda, no estamos actuando correctamente porque el castigo es el
aislamiento.
a) En verdad que este proyecto significa trabajo arduo: Cuando me invitaron como ponente a la UEM en el 2019, un día antes, me caí y mi boca sufrió las consecuencias. Estaba sola, llorando en el hotel y preocupada por mi dentadura. Por fortuna, podía hablar. ¿LA LECTURA DEBE SER DIVERTIDA?
Esta
es una pregunta que ha surgido en mí desde hace 2 años, ya que la televisión,
radio, colegios y algunos libros enfatizan la palabra “DIVERSIÓN” (así, en
mayúsculas) como característica principal destinada a los infantes. Pareciera
que nos intimida el hecho de que los niños y niñas perciban y sientan emociones
como: miedo, aburrimiento, enojo o tristeza. Recuerdo con precisión el rostro
preocupado de mis compañeros docentes, pues el reto es: Que el alumno no se me
aburra.
Estoy
de acuerdo en que una sesión o clase no debe abundar el aburrimiento, pero sin
duda debe contener un poco de todo. He tenido experiencias mágicas cuando el
tema es la protección de los animales y mis estudiantes se conmueven hasta las
lágrimas. Lamentablemente, si no vemos que un niño sonríe y se carcajea con los
libros, creemos que se aburrió porque no fue impactante. Tremendo error.
Pero
¿Y si nuestro público se aburre? Un narrador experimentado lo notará enseguida
y tiene 2 opciones: Captar la atención del público o, provocar el que mismo
busque alternativas más atractivas. Desde luego, yo elijo la primera; la cual
también dependerá de la disposición del oyente. No toda la responsabilidad
recae en el cuentacuentos. He compartido historias fantásticas y en ocasiones
algunos chiquillos se aburren. Está bien y están en su derecho, sin duda, no
les gustó la historia o simplemente no están acostumbrados a que les lean. Es
respetable.
¿QUIÉNES SON LOS LECTORES INFANTILES?
He
aquí un error que sucede en la mayoría de los adultos: Ofrecemos al alcance de los
niños y niñas lo que a nosotros nos gusta. Lamentablemente, no reparamos en si
el contenido es sano o apropiado para su edad. Por ejemplo: Programas de
televisión en horario vespertino (que dicen ser familiares), escenas en las que
la exaltación de emociones predomina (golpes, abusos e insultos al otro),
caricaturas estridentes (observemos con detenimiento cómo en las emisiones no
hay momentos de silencio), lenguaje inapropiado (el albur y doble sentido no
sólo en medios digitales; sino también impresos). Estas observaciones me
parecen pertinentes porque, en ocasiones, nos negamos a que los infantes tengan
en sus manos libros (escritos por profesionales) sobre temas como: abuso sexual
o parejas del mismo sexo ¿Por qué? Pareciera que los temas que más incomodan o
desconocemos nos dan miedo, y sólo permitimos que se vean si son tratados con
humor o vulgaridad. Y, lamentablemente, creemos que los menores de edad no lo
entienden en “la caja negra”; y si lo leen en los libros infantiles, se
confundirán.
b) Un lector no es aquél que necesariamente tiene todo el tiempo un libro entre sus manitas.
Sin
duda, estoy segura que los pasos agigantados no sucederán en el campo del
fomento a la lectura si menospreciamos a los lectores infantiles. Y entonces….
¿CÓMO INCLUIR LA LECTURA EN EL AULA
ESCOLAR?
En
primer lugar, en mi experiencia, considero que tenemos que desechar la idea de
considerar un límite de tiempo para leer. A los estudiantes les asombran las
narraciones (vengan o no incluidas en libros escolares). Si atrapamos a los
infantes con una trama atractiva, no estarán al pendiente del tiempo (nosotros tampoco).
Estoy
a favor de incluir cuentos con enfoque filosófico o de crítica social. Los
oyentes lo gozan, resaltan su empatía, reflexionan y les parece trascendente. Y
qué decir del uso del humor ¡Es fantástico! Es curioso cuando las expresiones
faciales cambian de un estado a otro ¿Han notado cómo los labios se extienden y
abren en infinidad de formas cuando los infantes pasan de la concentración a la
risa para congelarse en el asombro? A mí me encanta ser cómplice de ello.
En
mi opinión, me parecen inservibles aquellas campañas a favor de la lectura
protagonizadas por famosos, simplemente, lucen bien a cámara con un montón de
hojas e impresionados por un destello que los asombra y envuelve, pero sin
dejar de posar con estilo.
Sería
fructífero que el estandarte de dichas campañas fueran los sucesos,
experiencias y resultados a viva voz de quienes nos dedicamos al fomento a la
lectura con nuestros montones de libros (álbum, pop-up, para colorear y más),
marionetas, juegos didácticos y colores
(sólo por mencionar algunos); y con seguridad, también los lectores de todas
las edades que nos escuchan, aplauden o se duermen mientras narramos un cuento
(se duermen, muchas veces, porque los regresamos a la primera infancia) ¿Acaso
en las noches no nos arrullaban con cuentos?
c) El lector es aquél que se sensibiliza con los libros, el juego, la voz y los cantos. ¿Y EL DOCENTE EN LA BIBLIOTECA
ESCOLAR?
Tristemente,
como maestros, los directivos nos eligen un papel que disgusta y muchos no
sabemos hacerlo: El de vigilante. Viene a mi mente cuando leo historias y la
maestra titular está ahí acompañando a sus estudiantes. Ella con la mirada
atenta y lista para regañar, percibe si alguien bosteza, platica con el otro o
mira a la nada (tiene tanta astucia para ello que no es necesario que lo vea,
simplemente lo siente y dice el nombre del alumno que rompe con el silencio
absoluto que exigimos en una biblioteca). Me pregunto: ¿Las bibliotecas
escolares deben carecer de sonidos? Yo creo que no: Imagínense cuando leemos
narraciones humorísticas y los infantes ríen o qué tal cuando escuchan una
historia de terror y gritan de miedo. Es aceptable, y desde luego, placentero.
Es
entendible el papel de “maestro vigilante” (al que me refiero) porque las
bibliotecas escolares son, lamentablemente, en ocasiones, sitios de espera,
guarderías o espacios únicamente para consultar libros y obtener información.
Es un uso limitado incluso para las publicaciones, ya que son prácticamente
inexistentes las revistas, enciclopedias, periódicos, textos de divulgación
científica e historietas. Debo agregar que, lamentablemente, la exhibición de
libros en bibliotecas escolares está abandonado porque los ejemplares son
colocados en sitios poco espaciosos donde se arruinan y empolvan porque no son
atractivos al ojo del infante; ya que son puestos en libreros donde lo único
que se ve es el lomo y ¿Cómo juzgar un libro si ni siquiera vemos su portada?
Lo ideal, a mí gusto y experiencia, es colocarlos mostrando la portada, incluso
semiabiertos; los lectores son curiosos y si ven un poco del interior del libro
“toman el anzuelo”. También aquellos libros populares con historias clásicas o
personajes de Disney siempre destacan por pasar de un lugar a otro, pues los
estudiantes los leen una y otra vez y van de una mano a otra ¡Todos los
quieren! Yo opto por ponerlos abajo o muy arriba (sólo el lector que se
esfuerza, lo hallará). Me gusta dar la oportunidad a publicaciones que casi
nadie elige a pesar de que su contenido es brillante.
Otro
error que he observado de manera recurrente es colocar todos los libros fuera
del alcance de las manos de niñas y niños. Entiendo que, como adultos, somos
celosos de lo nuestro y desconfiamos de las intenciones de los menores (¿y si
lo rompe, y si lo raya?). Estoy segura que, si nos damos a la tarea de abordar
a los alumnos y explicarles cómo debe tomarse y tratar un libro, lo entenderán
y confiaremos en él. Intentemos.
Recuerdo
que hace unos meses acudí a una linda biblioteca infantil de la Ciudad de
México. Muy bella, colorida, espaciosa, ideal para chicos y grandes, pero el
error era que los cables e interruptores de las computadoras y material
electrónico estorbaban y quitaban visibilidad a los libros. Se notaba que los
visitantes no exploraban los mismos porque estaban empolvados (hasta con
telarañas), además algunas bibliotecarias daban prioridad a la exhibición de
objetos personales como: recuerdos, peluches, tarjetas de felicitación, fotos
de familia y flores (encima de los libros) porque convertían la recepción en
toda una vitrina de decoraciones sentimentales.
Por
otro lado, quienes nos especializamos al fomento a la lectura (nombrados de múltiples maneras como cuentacuentos, mediadores y animadores), estamos en el
olvido. Casi nulas son las escuelas que tienen una biblioteca y una materia de
fomento a los libros con un docente especializado en la materia.
Lamentablemente, se obliga al docente titular, que tiene más trabajo porque
imparte otras materias, a promover el hábito lector (y sin un pago o sueldo extra por estudiar esta profesión).
d) Los juegos didácticos son un gran aliado para quienes creemos en la importancia de reforzar los sentidos, valores y habilidades. Para
terminar este apartado, incluyo una observación más: Tomar la lectura en serio.
En lo personal, he podido desempolvar enciclopedias gracias a que las hojeo,
reviso, leo y comparto ¿Cómo? He encontrado un bello hábito: En cada clase de
Taller de Lectura y Redacción, previamente, leo el contenido de un apartado
interesante de alguna enciclopedia. Por ejemplo: Animales (A todos los niños
les encantan). Así que cedo de 5 a 10 minutos para compartir un dato curioso
con mis estudiantes: - ¿Sabías que los cerdos son animales tan inteligentes que
pueden formar lazos afectivos muy estrechos y por eso cuando descansan lo hacen
nariz con nariz? Si alguien quiere saber más de este simpático animalito,
vengan en su recreo y tomen esta enciclopedia -. Es más, cuando el tiempo
alcanza, un estudiante busca en orden alfabético el nombre del animal que le
gusta y quiere saber un dato curioso, lo comparte con el resto de la clase al
leer la información en voz alta. Y así, ahora, las enciclopedias (esos libros
grandotes y pesados) son “manoseados” y cargados con mucho esfuerzo (me encanta
que los lectores sean perseverantes y compitan por conseguir lo que quieren).
Me satisface ver la escena de la discordia: - Yo vi primero el libro y me toca
leerlo; sí, pero yo lo tomé primero-. Y ahí entró yo, como adulto, a equilibrar
la situación.
¿Y SI JUGAMOS A LEER?
e) Creo que las autoridades educativas, además de promover el uso de la tecnología, deberían enfocarse en alentar el uso de libros en una biblioteca escolar. Es necesario para formar alumnos generosos y respetuosos con toda forma de vida. Para
finalizar, me encantaría compartir la forma en, personalmente, fomento la
lectura ¡Con el juego! Y es que el juego es valioso porque permite desarrollar
la creatividad, aprender por imitación, sensibilizar, reforzar lazos afectivos,
desarrollar habilidades motrices y no motrices como caminar, correr, mantener
el equilibro; compartir, ser tolerante y tener paciencia. Sin duda, estas
experiencias lúdicas quedan en la memoria del menor y, en muchos casos, si no
le gusta leer; ahora le gustará porque recordará que con dicha historia cantó
una canción, ganó un juego, la niña que le gusta le sonrío al hacer equipo para
lograr la victoria, la maestra lo abrazó, se asustó con un personaje, en fin…
Es una forma de explorar el mundo, de generar autoconocimiento y de mantener el
ánimo.
Hoy,
gracias a este estilo, diseñé el taller de “Lectura Lúdica” y mis sitios en
redes sociales nombrados “Juegos de Lectura” en los que predominan el valor del
juego acompañado de libros infantiles. Es ya una tradición leer y contar
cuentos para mis estudiantes y hacer un juego referente al protagonista del
libro en cuestión, al ambiente, al problema o a la portada. Y así es como
disfrutamos de sesiones (no es un curso en el que el aprendizaje sea
cuantitativo y por ello la dificultad aumente) más bien es cualitativo, con el
propósito de que la evaluación sea auténtica y el estudiante acuda a leer, a
que le lean, a jugar, a socializar, a conocer de autores e ilustradores.
No
está dentro de mis objetivos convertir a un infante en el próximo nobel de
literatura o en un Juan Rulfo ¡No! Mi propósito es que si, casualmente, mi
taller lo inspira a ser un escritor ¡Que sea porque lo eligió y porque las
experiencias emotivas se quedaron interiorizadas en su memoria!
f) Si fomentamos la lectura, encaminemos las experiencias hacia la escritura. Estoy
segura que si nos concentramos en conocer, investigar y compartir a los niños,
niñas, jóvenes y adultos la historia de vida y fotografía de un ilustrador y
escritor de libros infantiles no sólo estaremos fomentando la lectura; sino
también la cercanía entre el docente y el estudiante, el libro y el estudiante,
el autor y el estudiante. Por favor, quitemos esa idea de que sólo escribe el
que es escritor; acompañemos a los niños y niñas a escribir, a preguntar, a
hojear y escuchar un cuento porque sin duda, gracias a los maestros y maestras
que leyeron para mí (los recuerdos muy bien), hoy puedo jugar y leer, con y
para otros. Y desde luego, perfeccionar mi redacción y lectura.
Gracias.
Elena Díaz Carmona es maestra, y
mediadora de lectura para niños, niñas de kínder y primaria. Ha trabajado para
la Secretaría de Cultura del Distrito Federal, estancias infantiles, colegios
particulares y escuelas de artes. Su experiencia laboral incluye la elaboración
de transcripciones y reseñas de libros, además de artículos sobre desarrollo
infantil. Elena es Licenciada por la carrera de Comunicación por la Universidad
Autónoma de México (UNAM), y activista por los derechos de los animales.
El presente artículo de opinión “La
lectura infantil y algunas curiosidades” es producto de una investigación que
la ponente ha vivido a lo largo de sus más de 7 años como maestra de asignatura
de taller de lectura y redacción con estudiantes de 5 a 12 años de edad. Las
opiniones de la autora pretenden dar origen a debate, pero también a
reflexionar para mejorar la forma en que mostramos y narramos historias a los
menores de edad. Sin duda, también es una crítica a la mayoría de colegios que
cuentan con bibliotecas escolares, pero que las incluyen por mera exigencia y
obligación de sus mandatarios (o hasta por mera apariencia); y no por gusto,
exploración o interés en fomentar la lectura entre sus alumnos o como ellos les
dicen “clientes”.
Si usted, lector, desea profundizar
más sobre este tema, escríbame a: elena.morado6@gmail.com
*Muchas gracias a la UAEM por considerar la lectura de libros infantiles un tema para conversar y proponer.
g) Si mi cara luce evidentemente asimétrica es por ese accidente que nunca olvidaré al igual que la experiencia de compartir mi conocimiento en una asombrosa universidad :)